Joven Lujuria

Subido el 10.26.2014

Era ya tarde en la noche de un sábado cuando me crucé con esta joven y hermosa criatura. Hacía poco que me había mudado a un nuevo edificio de apartamentos, y me había estado aclimatando a los alrededores, que parecían consistir únicamente de personas mayores y parejas casadas con niños. Era, sin duda, un cambio respecto a mi anterior residencia, donde había fiestas nocturnas continuamente y los desconocidos se involucraban en actividades ilícitas en pasillos mal iluminados. Era, seguro, la única cosa que echaba de menos, ya que me había acostumbrado bastante a este ambiente alternativo. Me encantaba la rebeldía y el pecado que tenía lugar en aquel sitio, y siempre tenía ganas de encontrar un compañero dispuesto. Me gustaban los jovencitos sobre todo, en su pleno despertar sexual, armados con cuerpos resistentes y esculpidos. Su arrogancia juvenil era muy excitante, y escuchaba a sus labios llenos de historias mientras susurraban indulgencias… las preciosas mujeres con las que se habían acostado… los recuerdos borrachos de sexo con extrañas conocidas en bares… y la “sabiduría” de cómo hacer a una mujer gritar de deseo auténtico. Pero la parte que más me gustaba era sorprenderlos entre las sábanas de mi cama, dejándolos con una cicatriz permanente en sus impresionables mentes.

Tan pronto como puse mis ojos sobre él, supe que sería el siguiente. Se encontraría en sus veintilargos, con pelo negro, ojos oscuros y rasgos faciales endurecidos. Vestido con un traje negro, parecía como si acabase de venir de uno de los locales de lujo de la ciudad. Cuando se giró y sonrió levemente en mi dirección, se notaba que era consciente de lo atractivo que era. Era un hombre joven que probablemente había estado con centenares de chicas, cada una intentando ganarse su afecto y cuchicheando por ahí sobre la suerte que habían tenido de acostarse con él. Un aire de sensualidad calmada le rodeaba, mientras le observaba girar la llave en la cerradura y entrar en su apartamento, mi mente a cien kilómetros por hora.

Después de aquello, nos cruzamos alguna vez en el pasillo, hablando de trivialidades, y poco a poco conociéndonos un poco más. No era sorprendente, su personalidad combinaba con su aspecto: una arrogancia encantadora, un humor con el que no sabía si reír u ofenderme. Un gilipollas total, pero no podía apartar la vista de él. Una embriagadora mezcla de inteligencia y pasión completaba esta personalidad, intrigándome y haciendo fácil ver por qué tantas mujeres se derretían como mantequilla en sus manos. Era el clásico caso lujuria-odio. El tipo que toda mujer quiere descartar como estúpido y egoísta, pero en su interior, suplica poder ser utilizada por él simplemente para su propio placer.

Yo lo adulaba con flirteos astutos, asegurándome de que él supiera de que yo no tenía intenciones de ser la chica buena, o dejarle escapar entre mis dedos, si él se atreviera a jugar conmigo. Su cuerpo joven y prieto presionado sobre las sábanas de la cama mientras mi lengua devora su polla, y marcas de arañazos decorando su piel. Esto iba a ser un juego estupendo. Un juego que yo conocía bien… follarme a estos chicos tan guapos, tan jovencitos con ganas de probar su valía. No pasó mucho tiempo hasta que mis habladurías se convirtieron en realidad, y yo estaba en el marco de su puerta. Me invitó a entrar, sirvió un par de bebidas e intentó hacer conversación. Pero ambos sabíamos cuál era el verdadero motivo de estar allí aquella noche…

Tomé sus manos, tirando de él hacia mí mientras le besaba. No tardé en arrancar los botones de su camisa, deshaciéndolos uno a uno hasta que cayó de sus hombros. Mi lengua todavía se movía furiosamente dentro de su boca cuando llevé la mano hacia abajo para desabrocharle los pantalones. Su polla salió de sus vaqueros e inmediatamente me arrodillé, muriéndome de ganas por tenerlo en mi boca. No podía esperar a probarlo, mi lengua pasando suavemente por la punta, saboreando esas primeras dulces gotas de preseminal. Echó su cabeza hacia atrás y suspiró mientras yo cogía cada vez más de su polla entre mis labios. Agarrándose a la pared para apoyarse, sus embestidas incrementaron en urgencia mientras él me la metía hasta el fondo de la garganta. Mientras él apretaba mi pelo dentro de su puño con fuerza, yo inundaba sus huevos con mi saliva. Echándolos hacia atrás para poder lamer y chuparlos, hacía círculos con mi lengua en la base de su polla. Cuando me di cuenta de que estaba a punto de explotar, me ensalivé un dedo y se lo metí por el culo todo lo que pude. Él dejó escapar un sonido gutural, mientras tomé otra vez su polla con mi boca y le dejé follármela con fuerza. Entre su ano apretando con fuerza mi dedo y su polla entrando y saliendo de mi garganta, todo lo que podía pensar era lo atractivo que era y cómo necesitaba tenerle dentro de mí.

Me quité de encima suya y le pregunté si estaba preparado para una buena follada. No perdió el tiempo para darme una respuesta, puesto que me quitó la camisa y el sujetador y agarró mis tetas, apretándolas con fuerza. Su lengua, con hambre, hizo círculos por mi pecho mientras una mano bajaba a desabotonar mis pantalones. Con un movimiento rápido, toda nuestra ropa estaba en el suelo y él estaba empujándome hacia la cama. Su dureza me excitó, y podía sentir el calor de su cuerpo mientras sus manos agarraban mis hombros. Estando los dos al borde, nuestros ojos se miraron, clavó sus dientes en mi cuello y dejó que las yemas de sus dedos encontrasen mi clítoris. Retorciéndolo y haciendo que se engrosara, metió dos dedos dentro de mi coño ya mojado. Me folló con el dedo hasta que mis rodillas temblaron y le suplicaba que parase. Después de lo que parecían horas bajo su deliciosa tortura, finalmente cedió…

Me puso a cuatro patas y se preparó para entrar dentro de mí, frotando su polla arriba y abajo contra mi coño mojado. Yo gemí cada vez que su polla amenazaba con entrar, metiendo sólo la punta en mi agujero. Entonces, sin avisar, metió sus 20 cm de polla jovencita dentro de mí. Me eché hacia delante y me agarró del pelo, metiéndola más profundamente esta vez. Continuó follándome, más fuerte y más rápido, hasta que apenas podía respirar. Gemí al unísono con sus embestidas, ordenándole que me hiciera correrme. Justo cuando creí que no podía soportarlo más, la sacó de mi coño y la metió dentro de mi culo, hasta el fondo. Correspondí a sus embestidas, mientras sus huevos golpeaban furiosamente mis nalgas. Llevé la mano hacia atrás para acariciar mi clítoris y de repente noté el aguijonazo de la palma de una mano sobre mi carne.

¿Estaba pasando esto de verdad? ¿Estaba este jovencito aprovechándose de mí, del modo que yo había hecho con los demás? Jugando a un juego de sexo tórrido y dolor, la situación había dado la vuelta, mientras él seguía follándome sin piedad. Y me encantaba. Continuó azotando mi culito mientras sentía el sudor de su frente cayendo sobre mi espalda, y su polla abriéndome. Unas cuantas embestidas profundas más y su polla empezó a contraerse y a llenarme con su semen caliente. Caí rendida sobre la cama, mientras pasaban las últimas olas del orgasmo más intenso que nunca he tenido. Podía sentir su respiración pesada sobre mi piel mientras sacaba lentamente su polla de mi ano y dejaba que la dulzura pegajosa cayese entre mis muslos.

Colocándose sobre mí, pasó su lengua por mi piel y masajeó su, ahora flácida, polla entre sus manos. Apenas podía moverme, mi cuerpo temblando de cabeza a pies. Me levanté y él se movió tras de mí, y pude ver una sonrisa pícara en su cara. Me cogió con fuerza de las muñecas y me las colocó detrás de la espalda, preguntándome si eso había sido lo que estaba esperando… si me había follado mejor que cualquier recuerdo de mis noches de sexo pasional y casual. Sin duda, lo había hecho, pensé, mientras me iba a coger mi ropa. Besándole una vez más, me vestí rápido y me dirigí hacia la puerta…

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