La primera vez
Por fin le convencí para que se pasara por casa un finde, mientras su mujer estaba fuera de la ciudad. Siempre había habido cierta tensión sexual entre nosotros, pero la estricta política de empresa prohíbe cualquier tipo de relación en la oficina. A veces hacía bromas sobre cómo le gustaría “dejarme escocida” y “follarme como nadie lo ha hecho nunca”, pero le daba demasiado miedo que una noche conmigo le arruinase personalmente y profesionalmente. Después de meses de tonteo, me dijo que no podía aguantar más y que tenía que meterla dentro de mí. Al salir del trabajo ese día, le dije que se reuniese conmigo en mi casa a las 19:00 y le di la dirección. Contando las horas hasta su llegada, ansiosa planeé en mi cabeza todas las cosas que tenía reservadas para él esa noche. Lo saludé en la puerta, con mi top de encaje negro favorito y una falda, y me di cuenta de que su polla ya estaba casi fuera de sus pantalones delante mía. Esto me puso muchísimo mientras le llevaba al comedor y servía dos copas de vino para nosotros. Tomamos un par de tragos mientras hablábamos, y él no tardó en meter su lengua en mi boca y pasar sus dedos por mi largo pelo castaño.
Era tan placentero tener sus manos sobre mí que casi me olvido de que esta era nuestra primera vez juntos. Su forma de tocarme me resultaba tan natural, tan familiar, ya que nos habíamos acercado mucho emocionalmente durante los últimos meses. Él lo sabía todo sobre mí, cómo fue mi infancia, los detalles íntimos de mi vida sexual y las cosas que realmente despertaban mi pasión en la vida. A veces me preguntaba cómo sería su matrimonio, ya que él siempre parecía echar algo de menos. Contento, y sin embargo curioso. Enamorado, y sin embargo sin compromiso.
Al acercarme más hacia él y continuar besándome, le pregunté si estaba cómodo estando aquí. Tenía muchas ganas de que esta noche ocurriese, pero tampoco quería que él se arrepintiese de nada, ya que sabía que esto cambiaría nuestra relación totalmente. Una mirada me dijo todo lo que necesitaba saber. Me incliné hacia él y le besé apasionadamente mientras desabrochaba su camisa con una mano. Pasé mis dedos por todo su torso y empecé a desabrocharle los pantalones. Podía sentir la calidez de su miembro contra mi mano al bajárselos y meter la mano. Estaba ansiosa por tener esa polla dentro de mí, tenía que recordarme a mí misma el tomármelo con calma. Quería que esta noche durase para siempre, por alguna razón quería algo más que un polvo rápido con él.
Con una mano ahora dentro de sus pantalones, empecé a acariciarle la polla, pasando mis uñas suavemente por la longitud del miembro. Él gimió levemente y se echó hacia atrás para que yo pudiera moverme entre sus piernas. Le quité los pantalones del todo, y lentamente me metí su polla ya endurecida en mi boca, primero sólo la punta y después llegando más hacia abajo. Continué pasando mi lengua de arriba abajo por su polla mientras mi mano trabajaba en la base. Cerró los ojos, centrándose sólo en la sensación de mi mano y mi boca trabajando febrilmente sobre su miembro, hasta que pude sentir cómo se tensaba dentro de mi boca. Tanto como quisiera explotar dentro de mi boca, llenándome del dulce sabor de su semen, estaba decidido a cumplir su promesa de follarme como es debido. Esta era su noche, él quería ser el que tuviera el control, haciendo realidad las fantasías que llevaban consumiéndole el último par de meses.
De forma instintiva, él sabia que yo le dejaría hacer cosas que su mujer nunca se atrevería a probar. Me puso de pie y me besó de nuevo, esta vez levantando mi camiseta y tirándola sobre el sofá. Rápidamente desabrochó mi sujetador y llevó su boca a mis senos, mientras me arrancaba la falda con la mano que tenía libre. No tardó ni un momento en meter su mano dentro de mis braguitas y juguetear con mi clítoris, mientras yo me sentía cada vez más mojada con cada caricia. Llevé mi mano abajo y le guié dentro de mí, suplicándole que no parase. Él, con fuerza, me rodeó con su brazo por la cintura y me dobló sobre el sofá, susurrándome al oído cuántas ganas tenía de follarme por detrás. Gemí suavemente con el mero hecho de pensar en ello, diciéndole cuánto me encantaría sentir su polla saliendo y entrando hasta el fondo de mi estrecho agujero.
Él separó mis nalgas y empezó a masajear su hinchado miembro con su mano, preparado para entrar dentro de mí. Colocó la punta en la entrada, haciendo círculos suavemente al principio, y entonces metiéndola dentro. Gemí mientras su enorme polla me estiraba y me abría, y empezó a follarme con embestidas lentas pero profundas. Su ritmo se aceleraba con cada respiración, dando lugar a un ritmo lento pero metódico, mientras yo estaba de espaldas a él. Gritaba cada vez que la sacaba casi totalmente de mi agujero, simplemente para volver a empujarla dentro de mí, tirándome del pelo con cada penetración. Continuó follándome sin piedad, hasta que pude sentir cómo se le hinchaba todavía más dentro de mí.
Ordenándome que me diera la vuelta, sacó su endurecida polla de mi culo y me guió de espaldas hacia el sillón. Con unas cuantas sacudidas con su mano, se corrió sobre toda mi cara y cuello, regándome con su semen caliente. Lamí con ganas las últimas gotas de su dulce zumo mientras lo frotaba por mi cuerpo, saboreándolo. Con una sonrisa pícara en su cara, se inclinó para besarme y masajear su, ahora flácido, pene entre mis pechos pegajosos. Después de vestirnos, me dijo que de verdad tenía que irse, ya que su teléfono había estado sonando con las llamadas insistentes de su esposa y ella estaría preocupada de verdad por él. Al despedirme de él, le dije que había disfrutado cada minuto con él, y que cualquier otra vez que quisiera realizar una fantasía, sólo tenía que llamarme. Tengo la sensación de que no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a saber de él.
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