Me follé a la madrastra de mi novia
Sólo llevaba con Verónica un par de semanas cuando pasó lo que voy a contar. Ella es una chica de 18 años bajita con un tono de piel blanco leche que me encanta y tiene un cuerpo maravilloso sin un gramo de grasa o flacidez en ningún lado. La describiría como una de esas chicas de aspecto inocente y no como una tía buena que sueles ver en los bares vestida de forma provocativa. En las dos semanas que nos habíamos conocido, habíamos hecho algo de sexo oral mutuo y habíamos follado una vez. Cuando hacíamos algo siempre era con las luces apagadas así que no la había visto del todo bien. Por el tacto sabía que tenía un cuerpo alucinante y que olía muy bien, pero eso era todo. Verónica no sabía chuparla muy bien, aunque le gustaba que le comiera el coño.
La vez que habíamos follado no había sido muy genial.
La noche que la convencí para hacerlo, casi tuve que suplicarle porque estaba teniendo dificultad para correrme debido a sus habilidades pobres para hacer mamadas o pajearme. Sabía por experiencias pasadas que ella tampoco iba a tragarse el semen, o lo iba a evitar o lo iba a escupir. Nada es peor que cuando te vas a correr y tu chica rápidamente pone tu polla en una toalla o un pañuelo. Por supuesto, no le dije que esto era lo que yo quería evitar, simplemente le dije que le tenía muchas ganas.
Cuando la metí, ella se quedó quieta mientras la metía y la sacaba hasta que acabé. No tardé mucho, ya que llevaba meses sin hacerlo y ella estaba bastante estrecha. Siento decir que lo más sexy de nuestra noche fue después, cuando se levantó para ir al baño. Encendió la luz y por primera vez pude ver su espalda desnuda. Mi semen debió salirse de su interior porque le goteaba por las piernas mientras ella iba hacia el baño. La imagen mental me ayudó a sobrellevar muchas sesiones de masturbación los días siguientes. Esa noche en concreto ella pasó mucho rato en el baño con la puerta cerrada, y pude escucharla llorar. Preocupado, le pregunté qué ocurría. Salió y me dijo con lágrimas cayendo por sus mejillas que su padre no estaría de acuerdo con eso y que él le había recortado la paga hacía unos años cuando se enteró de que se había acostado con un novio.
Ella había acordado no acostarse con ningún chico más a cambio de un gran incremento en la asignación. Dijo que su padre había dicho que era su forma de asegurarse de que ella se centraba en los estudios y que no se volvía una golfa o pillaba una enfermedad. En ese momento entendí por qué una chica tan mona como ella no tenía un novio o mucha experiencia sexual. Su padre había construido una enorme muralla a su alrededor, supongo que era algo bueno que su padre estuviera fuera de viaje de negocios cuando yo la conocí.
Intenté consolarla y le dije que el sexo era una parte importante de la vida y que todo el mundo lo hace. Esto pareció animarla un poco. A pesar del sexo mediocre y el momento emocional, decidí darle más tiempo porque pensaba que ella era muy mona y parecía que yo le gustaba bastante. Esperaba que el sexo mejorase con el tiempo y creí que podría instruirla lentamente en una actitud más liberada. Sin embargo, nunca hubiera podido imaginar lo que pasaría la siguiente vez que la vi.
Ella me invitó a su casa para recogerla para nuestra cita. Era la primera vez que iba a su casa, no podía creerlo. Sabía que era una niña mimada, pero no tenía ni idea de que vivía en una mansión. Yo me sentía un poco aprensivo, ya que no sabía qué esperar cuando toqué el timbre. Tenía miedo de que su padre respondiese la puerta y me liara una gorda. Me sentí muy aliviado cuando la impresionante madrastra de Verónica me abrió la puerta. Me dijo que Verónica todavía se estaba arreglando y me pidió que la acompañara escaleras arriba. Mientras subíamos, no pude evitar ver que sus pantalones blancos pegados, que no revelaban ninguna ropa interior visible, estaban justo en mi cara. Tenía que estar soñando, pero juraría que su culo estaba tan cerca de mi cara que podía olerla. Para cuando llegamos arriba, yo estaba empalmado y tenía miedo de que se diera cuenta. Verónica todavía estaba preparándose y nos quedamos fuera en su puerta. Su madrastra empezó a charlar conmigo y yo me puse muy nervioso intentando ocultar mi erección.
Parecía que se había dado cuenta, porque empezó a pasar los dedos por mi pecho y mis brazos. Me hizo cumplidos sobre mi cuerpo. Me dijo que ella estaba en proceso de divorciarse del padre de Verónica y que encontraba a los chicos jóvenes más atractivos. Yo estaba tremendamente nervioso porque la madrastra de mi novia me estaba tocando sexualmente mientras mi novia estaba justo detrás de la puerta y podía salir en cualquier momento. Antes de saber lo que estaba pasando, la madrastra había llegado a mi paquete y se las había ingeniado para meter la mano dentro. Una vez había cogido mi polla, rápidamente deshizo mi cremallera y me la sacó, dura, de los boxers. Intenté quejarme y sinceramente, lo hice, pero la madrastra me mandó a callar y me dijo que guardara silencio para que Verónica no pudiera escuchar lo que estaba sucediendo. Escupió en sus manos y empezó a pajearme allí mismo, en el descansillo de las escaleras, a unos metros de la puerta de mi novia. La madrastra era bastante mejor que la hijastra, y su técnica manual y las cosas que me decía me tendrían a punto de explotar en unos minutos.
Justo cuando estaba a punto de descargar sobre el caro suelo de la mansión, la puerta de Verónica se abrió. La madrastra rápidamente se puso delante de mí, tapándome de la visión de Verónica, y rápidamente reajusté mis pantalones. Estaba en shock, porque mi propia novia acababa de joderme un orgasmo.
Salimos de la casa para ir a nuestra cita, como estaba planeado. Todo el tiempo, durante la película, no podía sacarme de la cabeza a la madrastra de Verónica y las cosas que me había dicho y hecho. Sabía que tenía que descargar pronto o iba a volverme loco. Volvimos a la casa de Verónica y decidí quedarme un rato, pues esperaba que al menos Verónica me satisficiera adecuadamente antes de irme a casa para poder cerrar los ojos e imaginar que era su madrastra la que lo hacía. Verónica estaba contenta de que yo me quedase, pero me dijo que tenía deberes que hacer y que debía entretenerme yo solo hasta que ella hubiera acabado.
Mientras salía del dormitorio de Verónica, no pude evitar fijarme en los gemidos que salían de otra puerta ligeramente entreabierta. Abrí lentamente la puerta y probé a mirar dentro. En la cama estaba la madrastra de Verónica, con los pantalones blancos bajados hasta las rodillas, con el culo en pompa mientras se tocaba el clítoris. Perdí el control de mí mismo mientras me acercaba a ella, aunque no tardó en darse cuenta de que yo estaba allí. Parecía bastante complacida y me dijo que le lamiera el culo. Con dieciocho años había tenido bastantes novias y rollos de una noche, pero ninguna chica me había permitido el acceso a su culo.
Con tan poca experiencia como tenía, me había dado cuenta de que hay dos tipos de chica: la que quiere una relación contigo y salir contigo y el tipo de chica que sólo quiere follarte. Cuando yo había estado con chicas del primer tipo en el pasado, normalmente tardábamos un mes o así en acceder a algún tipo de juego sexual con el trasero. También me había dado cuenta de que cuando pasabas sólo una noche con una chica, normalmente era sólo un poco de oral y rápidamente pasar al mete-saca hasta terminar. Esa había sido toda mi experiencia hasta el momento, con pocas oportunidades para probar algo exótico o fuera de lo común.
Cuando la madrastra de Verónica me ofreció acceso a lo único que nunca había probado, no pude resistirme, no importaba como de dulce e inocente fuera mi novia. Metí la lengua en el orificio más bonito que había visto nunca. Empecé a lamer arriba y abajo, notando cómo se sentía en mi lengua. Era una sensación nueva y fascinante para mí. Agarró mi cabeza y la presionó hacia delante, haciendo que mi lengua entrase hacia dentro, lo cual abrió un poco su estrecho ano.
Entonces ella me guió hacia abajo, hasta que mi lengua llegó a su clítoris. Me quedé allí hasta que noté cómo sus músculos se contraían y liberaban. Tendría poca experiencia, pero sabía que se había corrido.
Notando la oportunidad para pasar algo más de tiempo con su ano, aparté la atención de su clítoris y metí la lengua hasta el fondo, lamiendo la abertura que ahora era un poco más grande. Gimió de gusto. Mis fantasías más salvajes se estaban haciendo realidad y apenas podía creérmelo. Con Verónica, había probado “accidentalmente” ir un poco más abajo para lamer su ano mientras le comía el coño, y las dos veces me había pedido que parara. Ahora el agujero femenino más bonito del mundo era mío para hacer lo que quisiera. Continué dándole placer con mi lengua, lo cual resultó en gran acogida por parte de mi nueva amante. La madrastra de Verónica empezó a frotar su clítoris mientras yo seguía trabajando con mi lengua en su ano. Se volvió a correr una o dos veces de esta manera. Sabía cuándo ocurría, porque cuando tenía un orgasmo su ano se contraía rápidamente y se volvía a liberar.
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